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¿Puede emocionar la etimología de una palabra? ¿Hacer reír? ¿Dejar boquiabierto? Este libro cree que sí, y relata las aventuras insólitas de algunos voca
¿Puede emocionar la etimología de una palabra? ¿Hacer reír? ¿Dejar boquiabierto? Este libro cree que sí, y relata las aventuras insólitas de algunos vocablos por los mares de los siglos. Los nombres de animales más curiosos (como el murciélago, que en latínsignificaba ratón cieguecito); gentilicios como aegypthiacus, que de designar a los egipcios pasó a significar aciago (¡pobres egipcios!); o palabras como trenza, cuaderno o siesta, cuyos nombres se remontan al de los números 3, 4 y 6 respectivamente. Las voces de origen más enigmático, las que son un macabro culebrón, las que son un caso digno de Sherlock Holmes Todas se unen en una obra que, sin desdeñar el rigor filológico, aborda la etimología en un tono desenfadado y burlón que tiene como objeto primordial provocar el asombro, despertar curiosidades, arrancar la carcajada y, por supuesto, enseñar.