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Xizor casi se compadecía del cazarrecompensas. Aunque la compasión era una emoción que no había sentido jamás. Tanto si actuaba en beneficio del Emperador
Xizor casi se compadecía del cazarrecompensas. Aunque la compasión era una emoción que no había sentido jamás. Tanto si actuaba en beneficio del Emperador Palpatine como si implementaba secretamente la agenda criminal del Sol Negro, Xizor manipulaba a todos los que lo rodeaban con la misma indiferencia que mostraba por las piezas de un juego de mesa. Debía colocarlas y usarlas como dictase la necesidad, sacrificarlas y desecharlas cuando lo exigiera su estrategia. «De todas formas», pensó Xizor, «un ser como Boba Fett ».El cazarrecompensas le merecía respeto, cuanto menos. Bajo el visor oscuro de aquel casco había una mirada tan despiadada e insensible como la suya. Lucharía por su vida. Y lucharía bien Pero eso formaba parte de la trampa en que Boba Fett ya había caído. La ironía cruel, con la que Xizor se deleitaba, era que ahora estaba condenado por su propia fiereza innata. «Todo lo que lo ha mantenido con vida, en tantísimas situaciones mortales, ahora lo llevará directo a su destrucción.