Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia mientras navega. Las cookies que se clasifican según sea necesario se almacenan en su navegador, ya que son esenciales para el funcionamiento de las características básicas del sitio web. También utilizamos cookies de terceros que nos ayudan a analizar y comprender cómo utiliza este sitio web. Estas cookies se almacenarán en su navegador solo con su consentimiento. También tiene la opción de optar por no recibir estas cookies. Pero la exclusión voluntaria de algunas de estas cookies puede afectar su experiencia de navegación.
Imprescindibles
Las cookies necesarias son absolutamente esenciales para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría solo incluye cookies que garantizan funcionalidades básicas y características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.
No imprescindibles
Estas cookies pueden no ser particularmente necesarias para que el sitio web funcione y se utilizan específicamente para recopilar datos estadísticos sobre el uso del sitio web y para recopilar datos del usuario a través de análisis, anuncios y otros contenidos integrados. Activándolas nos autoriza a su uso mientras navega por nuestra página web.
Aunque la señorita Buncle, ya señora Abbott, solo hace una mínima aparición aquí en la boda de Archie y Jane, al principio de la novela, Las cuatro Gracias
Aunque la señorita Buncle, ya señora Abbott, solo hace una mínima aparición aquí en la boda de Archie y Jane, al principio de la novela, Las cuatro Gracias (1946) prosigue el ciclo de Wandlebury con la habitual desenvoltura, ingenio y dotes de observación de D. E. Stevenson. Ahora la autora centra su atención en el párroco de Wandlebury, el señor Grace, y en sus cuatro hijas: Liz, Sal, Tilly y Addie, que con su distinto carácter, del más disparatado al más reflexivo, deben hacer frente a las circunstancias de la Segunda Guerra Mundial y a todos los cambios que ésta ha precipitado en su apacible comunidad. Una nueva galería de personajes compone la atmósfera minuciosa que ya sabemos que se respira en los hogares descritos por D. E. Stevenson.