Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia mientras navega. Las cookies que se clasifican según sea necesario se almacenan en su navegador, ya que son esenciales para el funcionamiento de las características básicas del sitio web. También utilizamos cookies de terceros que nos ayudan a analizar y comprender cómo utiliza este sitio web. Estas cookies se almacenarán en su navegador solo con su consentimiento. También tiene la opción de optar por no recibir estas cookies. Pero la exclusión voluntaria de algunas de estas cookies puede afectar su experiencia de navegación.
Imprescindibles
Las cookies necesarias son absolutamente esenciales para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría solo incluye cookies que garantizan funcionalidades básicas y características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.
No imprescindibles
Estas cookies pueden no ser particularmente necesarias para que el sitio web funcione y se utilizan específicamente para recopilar datos estadísticos sobre el uso del sitio web y para recopilar datos del usuario a través de análisis, anuncios y otros contenidos integrados. Activándolas nos autoriza a su uso mientras navega por nuestra página web.
Las lápidas de los cementerios hablan de acuerdo a un código internacional de símbolos que pueblan las tumbas y que la mayoría de los vivos no saben leer. �
Las lápidas de los cementerios hablan de acuerdo a un código internacional de símbolos que pueblan las tumbas y que la mayoría de los vivos no saben leer. Árboles, flores y plantas o animales tallados en las piedras funerarias informan, mediante códigos hoy en día olvidados sobre el oficio del difunto, cuáles fueron sus virtudes terrenales, qué religión profesaba e, incluso, de qué murió. Fátima Elías exhuma las imágenes de un pasado en un diccionario que da voz a los muertos, proporcionando ejemplos de los signos que hace tiempo funcionaron como metáforas. Antonio Seijas los ha dibujado minuciosamente para hacerlos reconocibles al lector, para que no haya duda de cómo se reconoce una antorcha llameante boca abajo o una mujer apoyada en un ancla.