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En La Visita, la imaginación de Mariana Graciano pasea al lector por estados que representan lugares fronterizos (como la locura o el paso de la niñez a la ed
En La Visita, la imaginación de Mariana Graciano pasea al lector por estados que representan lugares fronterizos (como la locura o el paso de la niñez a la edad adulta) mostrando las fisuras y zonas de misterio del aparente estatismo de lo cotidiano. Porque es en la quietud de la cotidianidad donde Mariana Graciano, insinuando pudorosamente lo fantástico, hace de lo inesperado o amenzante elementos que repentinamente alteran la calma del lector y muestran la fragilidad de un aparente equilibrio ya resquebrajado en sus cimientos. El detonante puede ser algo tan sencillo como un grito, una visita imprevista o la visión de una rata, o en ocasiones algo más trascendental como la enfermedad de un abuelo o la muerte de un vecino. Porque la muerte, del mismo modo que la «desaparición», se encuentran muy presentes en los dieciséis relatos que componen el libro, pero no una muerte entendida como final ni como principio, sino como frontera, o continuidad de algo que permenece inalterable y trasciende nuestra forma de entender el tiempo.