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La generalidad de las gentes, no obstante la fe que profesan, temen la muerte, les espanta su imagen y les conturba su recuerdo con invencible terror.Sin embargo, quienes conocen la ilusión de la muerte no... Seguir leyendo
La generalidad de las gentes, no obstante la fe que profesan, temen la muerte, les espanta su imagen y les conturba su recuerdo con invencible terror.Sin embargo, quienes conocen la ilusión de la muerte no experimentan tan siniestras emociones; y aunque naturalmente sientan la temporánea separación del ser amado, saben que no lo han perdido para siempre, sino que tan sólo pasó a otra fase de vida y que nada de él se ha aniquilado. Los materialistas arguyen frecuentemente contra la inmortalidad del alma diciendo que todo en la Naturaleza se disuelve y destruye. Si así fuese resultaría lógico inferir de ello la muerte del alma; pero en verdad no hay nada semejante porque nada muere realmente. Lo que llamamos muerte o destrucción, aun del más insignificante ser inanimado, no es más que un cambio de forma o condición de su energía y actividades. No hay muerte. No hay más que vida, y esta vida es ETERNA.
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