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Hay una ciudad por la que me muevo sin que pueda constatar mis pasos. No existe horario. La noche está incrustada en una suerte de eternidad que petrifica la n
Hay una ciudad por la que me muevo sin que pueda constatar mis pasos. No existe horario. La noche está incrustada en una suerte de eternidad que petrifica la niebla. Es una ciudad que pudo ser derruida no mucho después de su fundación y a nadie le interesó reconstruirla. Su antigüedad nada tiene que ver con el tiempo. Es como el peso originario de una mera desaparición. Ahora la niebla justifica una memoria extinguida. Ambrosio Leda vive escondido desde hace quince años en Balma, la Ciudad de Sombra, donde la posguerra es un tiempo inmovilizado que mantiene a quienes la habitan apresados por la desgracia y el remordimiento. La Depuración decretada tras la Contienda le obligó a una huida de su hogar y le condenó a vagar por la ciudad, desde el oscurecer a la mañana, buscando la subsistencia. Sus noches están llenas de sucesos, encuentros y revelaciones que hacen tan sorprendente como arriesgada una travesía que es el espejo de su destino. Todo es posible entre la niebla y la negrura de esta ciudad desolada: requerimientos disparatados, aventuras misteriosas, voces que articulan conversaciones anónimas que parecen diluirse. La soledad de los perdidos es una incursión sonámbula y grotesca en el extravío de quienes, tras la tragedia de un siglo trágico, se vieron arrojados al abismo de la historia. Tras el ciclo literario dedicado a Celama, el mundo tan personal y secreto de Luis Mateo Díez, sostenido en una escritura poderosa e inimitable, alcanza en esta novela el límite de su fuerza, complejidad y belleza, y nos ofrece el latido lleno de patetismo, entrañable y humorístico de unos personajes inolvidables.