Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia mientras navega. Las cookies que se clasifican según sea necesario se almacenan en su navegador, ya que son esenciales para el funcionamiento de las características básicas del sitio web. También utilizamos cookies de terceros que nos ayudan a analizar y comprender cómo utiliza este sitio web. Estas cookies se almacenarán en su navegador solo con su consentimiento. También tiene la opción de optar por no recibir estas cookies. Pero la exclusión voluntaria de algunas de estas cookies puede afectar su experiencia de navegación.
Imprescindibles
Las cookies necesarias son absolutamente esenciales para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría solo incluye cookies que garantizan funcionalidades básicas y características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.
No imprescindibles
Estas cookies pueden no ser particularmente necesarias para que el sitio web funcione y se utilizan específicamente para recopilar datos estadísticos sobre el uso del sitio web y para recopilar datos del usuario a través de análisis, anuncios y otros contenidos integrados. Activándolas nos autoriza a su uso mientras navega por nuestra página web.
«Soy el mejor cantador de subastas del mundo. Pero nadie lo sabe porque soy un hombre comedido. Me llamo Gustavo Sánchez Sánchez y me dicen, yo creo que de c
«Soy el mejor cantador de subastas del mundo. Pero nadie lo sabe porque soy un hombre comedido. Me llamo Gustavo Sánchez Sánchez y me dicen, yo creo que de cariño, Carretera». Además de saber imitar a Janis Joplin, de ser capaz de poner en equilibrio un huevo de gallina en una mesa, o de saber contar hasta ocho en japonés, en su fulgurante trayectoria como cantador de subastas Carretera aparece como inventor del revolucionario «Método de las alegóricas», en el cual «no se subastaban objetos, sino las historias que les daban valor y significado». Carretera no siempre fue este showman eminente. Antes de convertirse en subastador ejerció como vigilante en una fábrica de jugos durante muchos años, hasta que el ataque de pánico de una compañera de trabajo cambió su vida de manera irremediable. En el tránsito hacia su destino Carretera deberá enfrentarse a la ira de un hijo al que ha abandonado, llevar a cabo una subasta para ayudar a un cura a salvar su iglesia, y realizar a manera de gran performance final «La historia de mis Gustavos personales», una subasta alegórica. La historia de mis dientes, segunda novela de Valeria Luiselli, revela una fascinante nueva dimensión en su escritura, y confirma su capacidad para generar atmósferas llenas de enigmas y de sutiles guiños en los que cada gesto está cargado de sentido. Con una destreza que muestra el dominio del lenguaje y una estructura atrevida y desfachatada, Luiselli retrata ?a veces con humor, otras con ternura y unas más de manera despiadada? eso que llamamos «condición humana», al hacer confluir en sus personajes el peso de la historia con ese motor cotidiano que es el anhelo.