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"El día que cumplí once años mataron a mi padre... la palabra asesinado se me metió en la cabeza igual que esas moscas tontas que entran en tu casa y no s
"El día que cumplí once años mataron a mi padre... la palabra asesinado se me metió en la cabeza igual que esas moscas tontas que entran en tu casa y no saben cómo salir" Mariela está a punto de soplar las velas de una tarta, cuando de repente oye un disparo. Y tras el disparo solo quedan el silencio de su madre, los comentarios vagos de la abuela y las preguntas de esa niña terca que se empeña en saber quién mató a su padre y por qué, mientras en el pueblo el recuerdo de la guerra civil aún ronda las calles. Mariela, esa señorita de vida flaca, esa mujer a medio hacer, entra en el mundo de los adultos mirando de reojo, escuchando detrás de las puertas cerradas, lamiendo piedras del río como si fueran caramelos, y con ella vamos descubriendo despacio los huecos de la vida y la fatiga de ir cumpliendo años en un mundo donde todo es un decir porque la verdad duele. Jenn Díaz nos propone una historia llena de fuerza e ironía, que en seguida encuentra la complicidad del lector: sus palabras nos llegan como si estuviéramos escuchando en vez de ir leyendo, y nos muestran el talento de una mujer que dará mucho que hablar. "Sorprende?de?Jenn?Di¿az?su?atrevimiento, su?tremenda?capacidad?narrativa,?su?madurez ,?la?desvergu¿enza?con?la?que?se?presenta?ante?nosotros?para?abofetearnos?y? exclamar:?¡Eh!?¡Escribir?es?esto...!" Jose A. Mun~oz, Revista de letras