Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia mientras navega. Las cookies que se clasifican según sea necesario se almacenan en su navegador, ya que son esenciales para el funcionamiento de las características básicas del sitio web. También utilizamos cookies de terceros que nos ayudan a analizar y comprender cómo utiliza este sitio web. Estas cookies se almacenarán en su navegador solo con su consentimiento. También tiene la opción de optar por no recibir estas cookies. Pero la exclusión voluntaria de algunas de estas cookies puede afectar su experiencia de navegación.
Imprescindibles
Las cookies necesarias son absolutamente esenciales para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría solo incluye cookies que garantizan funcionalidades básicas y características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.
No imprescindibles
Estas cookies pueden no ser particularmente necesarias para que el sitio web funcione y se utilizan específicamente para recopilar datos estadísticos sobre el uso del sitio web y para recopilar datos del usuario a través de análisis, anuncios y otros contenidos integrados. Activándolas nos autoriza a su uso mientras navega por nuestra página web.
Rachel J. Bladovich se despierta en una cama que no es la suya. Desnuda. Atada. Cualquiera pensaría que es algo excitante. Y lo sería si no fuera porque tiene un ojo hinchado y la cabeza como un bombo. Señales inequívocas de que está metida en un lío.No recuerda nada. Salvo que vive en Los Ángeles de 1950. Y que es investigadora privada. Y que no le va bien en la vida. Nada bien. Y que, si quiere salir del embrollo, tendrá que recordar qué faldas o qué caso la han llevado a esa situación. Porque, si de algo está segura, es que hay unas faldas, un marido y un caso de por medio.