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Las incertidumbres, las inconsistencias, los miedos y las obsesiones de cada época condicionan su arte, y el cine es uno de los dispositivos que los recoge, es
Las incertidumbres, las inconsistencias, los miedos y las obsesiones de cada época condicionan su arte, y el cine es uno de los dispositivos que los recoge, estiliza y arroja de nuevo al espectador. Desde la década de 1990 el cine nos invita a desconfiar de sus relatos. Los denominados 'mind-game films' convocan narradores amnésicos, durmientes o mentirosos; por ellos transitan figuras detectivescas que terminan descubriéndose como culpables del misterio que investigan; escritores atormentados son devorados por sus propias ficciones; los protagonistas proyectan, sin saberlo, siniestros 'doppelgängers' que circulan como personajes reales. Las más de las veces, ni el espectador ni los protagonistas son conscientes del delirante punto de vista desde el que se enuncia la historia hasta bien avanzada esta. Sin embargo, la alteración temporal de estos filmes (su no linealidad) y las imposibles contradicciones que van salpicando sus argumentos mueven a sospechar de la fiabilidad de la narración. Así, este tipo de cine pone en evidencia, por ejemplo, las promesas vacuas de la sobreabundancia de imágenes y de las nuevas tecnologías como sustentos de la memoria y la identidad del sujeto contemporáneo, de manera que se demanda un inusual esfuerzo de interpretación al espectador, que se enfrenta a ciertos fantasmas de su propio tiempo. Para facilitar esta decodificación se analizan sus mecanismos narrativos, así como sus argumentos y motivos visuales más recurrentes.