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El bosque animado, de Wenceslao Fernández Flórez, está transido por el hondo sentimiento de la naturaleza, manifestado en íntima y perspicaz percepción de
El bosque animado, de Wenceslao Fernández Flórez, está transido por el hondo sentimiento de la naturaleza, manifestado en íntima y perspicaz percepción de la vida en la fraga de Cecebre (A Coruña). Asevera su autor que "Ese ser hecho de muchos seres" que conforma la fraga "es un tapiz apretado contra las arrugas de la tierra; en sus cuevas se hunde, en sus cerros se eleva, en sus llanos se iguala". En tal escenario natural -en constante renovación de formas, de luces, de colores y de vida perpetuamente reproducida- se presentan imbricadas, con sutileza sin par, vida y ensueño: realidad envuelta en gasas de fantasía lúdica y paganismo. Viven allí pintorescos tipos humanos reales e imaginarios atribulados por las sempiternas esperanzas, alegrías y dolores de la existencia Allí dialogan los animales entre sí y con los hombres, a la par que conferencian árboles, moscas o luciérnagas. Como dijo Gregorio Marañón: en este libro el autor gallego "alienta todo cuanto vive: el hombre, el animal, la planta, el agua que corre; la tierra que allí quieta, crea sin cesar nueva vida. Y, por encima de todo el tiempo: el g