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En el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, 1940 fue un punto de inflexión. Tras la aplastante victoria de la Wehrmacht en Francia, Adolf Hitler giró su atención hacia el último bastión de resistencia en Europa, el Reino Unido. Con la invasión de aquella nación el Führer tendría las manos libres para lanzarse sobre su enemigo natural, la Rusia comunista, además de poder iniciar la construcción de un imperio milenario que tenía la pretensión de dominar Europa y las colonias europeas en otros continentes. La Operación León Marino fue concebida como el asalto anfibio más importante hasta el momento, representaba un desafío estratégico de primer orden. Para aquel reto se requería un plan de acción que combinase poder aéreo, naval y terrestre en un complejo movimiento que necesitaba una planificación y ejecución extremadamente ajustada, sin olvidar los desafíos técnicos, pues León Marino requería de la construcción de equipos y vehículos específicos para una operación anfibia y una posterior ofensiva terrestre mecanizada: lanchas de desembarco, blindados anfibios, incluso puentes flotantes para el paso de veh