Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia mientras navega. Las cookies que se clasifican según sea necesario se almacenan en su navegador, ya que son esenciales para el funcionamiento de las características básicas del sitio web. También utilizamos cookies de terceros que nos ayudan a analizar y comprender cómo utiliza este sitio web. Estas cookies se almacenarán en su navegador solo con su consentimiento. También tiene la opción de optar por no recibir estas cookies. Pero la exclusión voluntaria de algunas de estas cookies puede afectar su experiencia de navegación.
Imprescindibles
Las cookies necesarias son absolutamente esenciales para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría solo incluye cookies que garantizan funcionalidades básicas y características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.
No imprescindibles
Estas cookies pueden no ser particularmente necesarias para que el sitio web funcione y se utilizan específicamente para recopilar datos estadísticos sobre el uso del sitio web y para recopilar datos del usuario a través de análisis, anuncios y otros contenidos integrados. Activándolas nos autoriza a su uso mientras navega por nuestra página web.
Un crimen casi perfecto que solo Poirot puede resolver.«Novedosa y con personajes interesantes, está repleta de ingenio.» The New York TimesLa señorita Arundell, una anciana acaudalada, vive sola con la única compañía de su fiel amigo, su perro Bob. Un día sufre lo que parece ser un desgraciado accidente al caer por las escaleras tras tropezar con la pelotita de goma de su perro, y, aunque sus sobrinos lo achacan a la mala suerte, la anciana está convencida de que alguien ha intentado matarla. Decide por ello escribir una carta a Hércules Poirot para que la ayude a descubrir si sus sospechas son ciertas, pero, sin aparente explicación, la carta llega días más tarde y, para cuando lo hace, la anciana ha fallecido.Poirot decide entonces investigar qué sucedió para que la carta no llegase a su debido tiempo y, lo más importante, si la señorita Arundell estaba en lo cierto y alguien no cesó en su empeño hasta conseguir acabar con su vida.